Thứ Năm, 17 tháng 1, 2013

El Coronado Automático, un dolor de cabeza

Mi padre me invitó a que lo acompañara, una tarde lluviosa, a retirar el Dodge Coronado Automatic modelo 1970, que su patrón, un abogado de la ciudad de Buenos Aires había adquirido en la concesionaria Barbagallo de no me acuerdo que barrio porteño.

El Dodge Coronado Automatic 1970 en el garage.


El patrón de mi padre había pagado 23.593 pesos ley 18.188 por el Coronado de color plateado metalizado con techo vinílico negro. La caja automática, Torqueflite, era toda una novedad en el mercado argentino. El primer auto fabricado en el país con caja automática, que era importada desde Estados Unidos, lo que se dice un auto de lujo para Argentina.

Han pasado 42 años y todavía tengo en la memoria el olor al tapizado nuevo. En especial el olor a la tela vinílica, que era muy usada en los tapizados de los autos argentinos de 1970. Tenía 9 años y mi padre quiso que lo acompañara a retirar una tarde lluviosa de otoño el Dodge Coronado Automatic de la concesionaria Barbagallo. Aquello que dice que la lluvia trae suerte para algunas cosas, a un 0 kilómetro, por ejemplo, no se aplica.

Los dolores de cabeza que le trajo a mi padre ese auto no tienen razón de ser. Mi viejo era chofer desde hacia muchos años para un abogado porteño. Varios autos 0 kilómetro le manejó, mi padre, al abogado de la ciudad de Buenos Aires. Ford Taunus 15 M, Peugeot 403, Valiant III y IV y el Dodge Coronado 1970. Mi viejo no quería el auto con caja automática, prejuicios de antes, pero con algunos fundamentos mecánicos. En la concesionaria le prometieron un auto muleto en caso de rotura de la caja automática.

El Coronado que manejó mi padre.

Cuando la caja automática dejó 22 días sin su precioso servicio al Coronado, en la concesionaria, ningún auto reemplazó el servicio de transporte. Promesas de ventas que no se cumplen con el servicio de post venta. En ciudad el uso de la caja automática era muy valioso, pero en la ruta mi viejo extrañaba hacer cambios.

El Coronado también venía equipado con aire acondicionado y dirección hidráulica, es decir un lujo sibarítico para los años ’70 en la industria automotriz argentina. Pero los problemas irían apareciendo. Como a los primeros 500 kilómetrosrecorridos la bomba de agua se desplazaba de su eje tocando el radiador de agua.

En el service oficial le decían que no podían ser. Claro cuando el Coronado estaba frío o con baja temperatura de funcionamiento nada pasaba, Ahora cuando la temperatura del motor llegaba a su punto límite, las cosas se ponían calientes. Tan calientes que se solía quedar sin el servicio esencial del freno, servofreno con discos en las ruedas delanteras. En más de una oportunidad, mi viejo, tuvo que frenar con el freno de estacionamiento. El Coronado era una mole para frenarlo con un sistema mecánico.

La trompa del Coronado 1970.

Una vez en Plaza Italia, en el barrio de Palermo, frente al predio de la Sociedad Rural Argentina, casi choca a los autos que estaban parados en el semáforo de la Avenida Las Heras. Gracias a un oportuno cambio a luz verde el pelotón de autos parados arrancó y mi viejo evitó tocar a alguno de los automóviles detenidos.

La sumatoria del compresor del aire acondicionado, la bomba de la dirección hidráulica y la nula posibilidad de frenar con la caja automática, convertían al Coronado en una bestia de choque sin el servicio de los frenos hidráulicos asistidos por el servofreno.

Otro problemita era que por encima de los 130 kilómetros por hora el tren delantero flotaba como un flan. Tenerlo en la ruta era una tarea titánica. Parecía un buen auto, poderoso y lujoso, pero en realidad se comportaba como el peor auto fabricado en el país. Pese a ser un auto grande y muy confortable.

Poco tiempo duró en las manos del abogado porteño. Prontamente se deshizo de él. Sobretodo porque su idea era que con caja automática podría manejarlo los fines de semana en su quinta de Moreno en la provincia de Buenos Aires. Luego de un par de sustos desistió de la idea y terminó vendiéndolo. Creo que a un viajante de comercio que iba y venía de Mar del Plata.

Pese a todas las dificultades y disgustos que le trajo a mi padre el Coronado todavía hoy, 42 años más tarde, recuerdo esa tarde lluviosa de otoño y sobretodo el olor al tapizado nuevo. Eso nunca lo voy a olvidar.

Mauricio Uldane

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