Thứ Bảy, 22 tháng 3, 2014

Una mujer, un auto y un destino

La esposa de Karl Benz, Bertha Ringer, es sin dudas la madrina de la industria automotriz mundial. Tal vez sin su participación, en una anécdota, el automóvil hubiera tardado muchos años en desarrollarse o nunca hubiera prosperado. Sin bien hubo muchos protagonistas al unísono a finales del siglo XIX.

Una reproducción de Bertha Ringer con el triciclo de Karl Benz.


Bertha Ringeren agosto de 1888 tomó una decisión que cambió el rumbo de los desarrollos mecánicos de Karl Benz. Se le ocurrió que podía realizar un viaje desde la localidad de Mannheim, donde vivía la familia, hasta la localidad de Pforzheim. Nada menos que 120 kilómetros a recorrer.

Esa cifra no nos parece nada, pero pongámonos en situación de espacio-tiempo. Estamos al final de la década del ’80 en la última parte del siglo XIX y los caballos siguen siendo el principal “motor” de los transportes existentes. Cosa que venía pasando en el mundo desde siglos atrás. Los caminos eran para esos vehículos tirados por caballos y más de una vez en pésima condiciones luego de una lluvia, por ejemplo.

El asfalto que recubre nuestras rutas o autovías o autopistas del siglo XXI todavía no se aplicaba. Existían caminos pavimentados o adoquinados, pero dentro de los cascos urbanos o a lo sumo uniendo dos ciudades muy cercanas. El resto de los caminos era de tierra o piedra.

Con este panorama vial es que Bertha decide un día de agosto de 1888 en iniciar un viaje, entre las localidades alemanas mencionadas, con el fin de visitar a la abuela materna. Para eso utilizará el triciclo que su marido Karl había construido dos años antes y patentara un 29 de enero de 1886. El famoso triciclo de Benz que es considerado el primer automóvil de la historia con un motor a explosión interna.

En busca de arribar a Pforzheim, Bertha se llevó a sus dos hijos Eugenio y Ricardo, que tenían, respectivamente 15 y 13 años de edad. Todo esto sin el consentimiento del padre Karl y además sin saber del viaje de 120 kilómetros. Se enteraría del mismo una vez que los viajeros arribaron a la localidad de destino.

Bertha tomó esta decisión ante el desánimo de Karl Benz ante los problemas que le habían aparejado los tres automóviles que había fabricado desde 1886. El tercer ejemplar lo archivó en un galpón de su propiedad. Pensemos que estos primeros “carruajes sin caballos” era experimentales y con multiplicidad de fallas o muy complejos en el mantenimiento o la puesta en marcha. No todo era subirse y dar vuelta una llave en el tablero.

Eugenio fue el encargado de la conducción del triciclo de Benz. Sabemos que las mujeres estaban relegadas a segundos planos en aquellos años. Pero detrás de ese primer plano logró lo que su marido no había terminado de hacer: el primer viaje largo de un automóvil. Y era una mujer.

El viaje arrancó por la mañana el camino elegido tenía la ventaja de ser llano y no ofrecer muchos desniveles. Tengamos en cuenta que estamos hablando de un automóvil que tenía dos tercios de HP con 250 revoluciones por minuto y su peso rondaba los 96 kilogramos.

Pero todo comenzó a salir bien el auto de Benz funcionó a la perfección ante el asombro de las personas que veían su paso por el camino hacia Pforzheim. Al llegar a Wiesloch el camino comenzaba a subir levemente, pero era suficiente para complicar la escasa potencia del triciclo de Benz. Además recordemos que la tracción trasera era trasmitida desde el pequeño motor por cadenas laterales.
La industria del acero no había logrado desarrollarse a pleno para ofrecer cadenas que resistiera la potencia, aunque escasa, del motor. Los vehículos que podían usar cadenas similares eran las bicicletas y su potencia no era comparable.

La anécdota afirma que Bertha se bajó en más de una oportunidad para empujar el triciclo de su marido en alguna trepada. Esto no lo podemos comprobar, pero es muy factible daba la fragilidad del vehículo y su escasa potencia de empuje. Sin ir más lejos los frenos humearían tanto que más de un transeúnte se habrá espantado ante la presencia de este endiablado vehículo sin caballo.

Los frenos eran de cuero lo que no pinta el cuadro de la eficacia y la duración de los mismos. Aseguran que algunos zapateros de los pueblos del camino realizaron protecciones de cuero para que el triciclo siguiera su paso hacia Pforzheim. Otra ayuda la tuvieron en Wiesloch donde un farmacéutico les acercó tres litros de combustible.

Suena raro pero las primeras estaciones de servicio de la historia fueron las farmacias donde se vendía bencina, que era el combustible de la mayoría de estos primeros motores que se fabricaron. Esa era otra de las grandes trabas de emprender un largo viaje: el reaprovisionamiento de combustible. Amén de las roturas que se sufrieran en el camino.

El motor del triciclo de Benz tenía refrigeración por agua que debía ser reemplazada cada 20 kilómetrosrecorridos. Vayan imaginando la situación si nuestro auto tuviera que parar cada tanto para recambiar el líquido refrigerante para poder seguir viaje. Casi como las paradas obligadas de las locomotoras a vapor cada 40 a 60 kilómetrosrecorridos para cargar agua.

Fueron consiguiendo el agua en diferentes partes desde las posadas ubicadas a la vera del camino hasta manantiales, todavía incontaminados, que hallaron a su paso a través de la Selva Negra. Pasando Bruchsal las cadenas dijeron basta y gracias a un herrero, que las reparó, pudieron seguir la marcha hacia el destino prefijado en horas de la mañana.

Una anécdota que se ha mantenido en la familia Benz asegura que en una ocasión la aguja que llevaba en su sombrero Bertha sirvió para destapar una cañería que no dejaba fluir la bencina para que quemara el motor del triciclo. También afirman que una liga de la esposa de Benz sirvió para aislar un cable eléctrico que ya había sucumbido en su aislamiento. Seguro que por el uso intenso y calor reinante en el motor trasero del triciclo de Benz.

Llegaron a Pforzheim de noche. Así Bertha, Eugenio y Ricardo, que se pasó el trayecto animando a su madre a seguir con la hazaña de recorrer los primeros 120 kilómetros que realizaba un automóvil en la historia de la humanidad. Esta demás decir que los ocupantes del triciclo llegaron cansados, transpirados y sucios de la casa de la abuela materna. Es lógico luego de un viaje que se había iniciado en la mañana.

Pero otro viaje se había iniciado y era el que daría la industria automotriz mundial en las próximas décadas. Bertha no solo le demostró a su marido, Karl, que el automóvil servía para viajes largos, sino que era útil a la humanidad, más allá de ser un juguete caro por aquellos primeros años de la historia del automóvil.

Al llegar a Pforzheim, Bertha, le envió un telegrama a su esposo contándole de la hazaña realizada por ella y sus dos hijos. La respuesta fría de Benz fue que necesitaba el automóvil para una exposición. No sé si Karl Benz había tomado consciencia del trascendental paso que acaba de dar su esposa Bertha. Había escrito la primera página de la industria del automóvil en el mundo. Y todo gracias a una mujer que vio algo más que tres ruedas, una carrocería y un motor. Vio un medio de transporte moderno y útil para el resto de la humanidad.

La fotografía de Bertha y el triciclo fueron tomadas del libro Historia Deportiva del Automovilismo Argentino, Tomo 1, de Alfredo Parga editado por La Nación en 1994.

Por eso no queda, para un fierrero de alma, que decir: ¡gracias Bertha!

Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos



Archivo de autos es armado en un ciber por falta de recursos económicos, no por una política editorial.

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