Thứ Ba, 10 tháng 7, 2012

El Citroën de René

Había un profesor de educación física, llamado René, que vivía enfrente de mi casa en la calle Galileo, en el barrio de Recoleta en la ciudad de Buenos Aires. René era propietario de un viejo Citroën 2 CV que estacionaba en la calle. René era amigo de mi padre, del barrio. Un tipo bastante bohemio, como verán en este relato que les presento.

Un Citroën 2 CV parecido al de René.


Durante los tres meses de verano, René, se iba en su Citroën al balneario de Santa Clara del Mar, cerca de la ciudad de Mar del Plata en la provincia de Buenos Aires. Se iba para allá porque trabajaba de guardavidas para el municipio. Además paraba en la casa que su madre tenía en Santa Clara del Mar.

En el mes de marzo retornaba a Buenos Aires, a bordo de su 2 CV, para empezar el nuevo ciclo lectivo. Como siempre su auto dormía en la calle Galileo. Al tiempo de volver al barrio, mi padre notó que el Citroën de René no estaba, como siempre, en la calle. Así que cuando lo vio le preguntó si lo había vendido.

“No, Lorenzo, se me fundió en Santa Clara” fue la respuesta de René. “Y ahora como lo vas a traer” inquirió mi viejo, que no podía creer la tranquilidad de René. “No lo voy a traer, por ahora” contestó. “Le saqué el motor, lo metí en un bolso grande y lo traje junto conmigo en el micro” fue la descripción que oyó mi padre de boca de René.

Mi viejo ha sido, es y será muy cuidadoso con los autos que ha tenido a lo largo de su vida. Así que no terminaba de comprender la actitud de René. “Cuando tengas el motor listo ¿qué vas hacer?” le preguntó luego de salir del asombro. “Lo mismo que hice para traerlo” respondió tranquilamente.

Así hizo, el viaje desde Santa Clara del Mar le sirvió para asentar el motor del 2 CV, recién rectificado. Después de reparado el Citroën se fue a Bariloche de vacaciones, imagino que durante el invierno. Así era René un tipo que se tomaba las cosas con mucha tranquilidad.

Una vez vino de visita a la casa de mi abuela paterna en San Miguel. Cuando se baja del 2 CV mi viejo nota que no tiene asiento de conductor. Venía manejando sobre un balde de plástico que estaba rajado. “René qué le pasó al asiento” preguntó mi padre. “Hace meses que se me rompió. Se desoldó todo” respondió como siempre con su tono cansino.

Mi viejo tenía, por casualidad, un asiento de un 2 CV que se lo colocó. Así que vino sentado en un balde y se fue sentado en un asiento como Citroën manda. Mi padre estuvo mucho tiempo sin concebir como podía manejar en esas condiciones. Por supuesto que no pasaba el más mínimo control de seguridad vial.

René tenía como diversión navegar en kayak. El cual, dado vuelta, llevaba hasta Santa Clara del Mar, sobre el techo, para usarlo durante los tres meses de verano. Imagino a René viajando por la vieja Ruta 2 rumbo al sur en su Citroën 2 CV y en el techo un kayak dado vuelta.

Mi padre nacido y criado tierra adentro de la provincia de Buenos Aires, lo más cerca de una gran extensión de agua, que había estado, era alguna de las lagunas bonaerenses. Un día de esos se lo cruza a René que lo invita a navegar en el kayak. Creo que mi padre se erizó como un gato cuando ve a un perro.

La invitación de René consistía, en un fin de semana, cruzar en el kayak el Río de la Plata, hasta la ciudad de Carmel, en el vecino país de Uruguay. Creo que mi padre ha tenido pesadillas con la idea de viajar en tandem, metido en una embarcación donde el agua está más cerca de lo que uno se pueda imaginar.

Para sacárselo de encima mi padre le dijo “no se nadar”. “No importa, cuando el kayak se da vuelta, con los remos lo enderezamos” le respondió René. Esa imagen persiguió un tiempo a mi viejo. Una vuelta campana en un kayak es algo habitual, pero mi padre no podía asimilarlo.

René era un tipo bohemio como les conté al principio de este relato, creo que con algunas pinceladas se habrán compuesto la personalidad que tenía este hombre, que era bueno, solo un poco disperso, nada más.

Mauricio Uldane

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