Thứ Hai, 4 tháng 3, 2013

Rastrojero, un buen amigo argentino

Un relato de un seguidor de Archivo de autos, Walter Basello, quien toma la palabra escrita para contarnos una anécdota a bordo de su Rastrojero. Una vez más otro fierrero nos acerca sus vivencias con los viejos autos que supimos conseguir.

Mauricio Uldane

El Rastrojero 1978 de Walter Basello.


Bueno amigos, lo prometido es deuda. Como propietario de un Rastrojero, tengo unas cuantas anécdotas muy interesantes sobre esta fiel camioneta Argentina.

En mi familia nos dedicamos a envasar soda y agua,  por ende tenemos repartos domiciliarios, mi querido “Rastrojo” es el vehículo muleto ante cualquier eventualidad, llámese entregas por urgencias domiciliarias, cubrir el lugar por alguna rotura de cualquiera del resto de los camiones, justamente este relato es por el auxilio que me toco hacer con un Forcito 350 que por comodidad del repartidor no quiso caminar solo 20 metrosy se cayó dentro de una zanja de por lo menos 80 centímetros.

Paso a relatar, uno de los tantos repartos es en la zona de Berazategui, aproximadamente 3 años atrás el municipio decidió asfaltar la mayoría de las calles de tierra, justamente, muchos de nuestros clientes vivían en ese momento sobre esa calles, después de dos días de lluvia era imposible entrar, habían pasado la máquina y rellenado con la famosa tierra tosca, para los que no saben, es colorada y mojada se pega como chicle. Las calles transversales tenían pavimento pero justamente la que tenía que circular el camión no, de todas maneras era simple, se dejaba el camión en la esquina sobre la el pavimento y solo había que caminar unos metros hasta el cliente, pero claro, era más cómodo intentar llegar hasta la puerta. Resumiendo, ¿qué paso?, el 350 comenzó a patinar hasta caer de costado en la zanjita antes mencionada.

Después de varios intentos para sacarlo, por supuesto no salió, todo lo contrario, se enterró hasta el diferencial, lo único que permanecía sobre la futura calle era la rueda delantera del lado del acompañante y casi en el aire.

Ahí es donde entra en acción mi “Todo Terreno” como lo llame a partir de ese día a mi Rastrojero.

El modelo del Rastrojo es el P70 y es del  año 1978,  es el que viene con barandas de madera rebatibles en los tres lados. Después del llamado telefónico para avisarme, cargué una eslinga de acero trenzado y allá fui. Cuando llegue y lo vi no lo podía creer, como estaba a solo 20 metrosde la esquina metí el Rastrojero marcha atrás culata contra culata enganché el 350 y comencé a tirar, imposible, el camión estaba totalmente trabado y la camioneta lo único que hacía era patinar. Segunda opción, tirar de adelante, ¿pero como hacía para pasar al otro lado de la trompa si ocupaba la calle y de la otra mano no había espacio para pasar por que estaba la otra zanja?... pues bien, la única que quedaba era entrar por la cuadra transversal anterior meter la camioneta en el mismo sentido que el camión y desde ahí hacer una cuadra marcha atrás por la terrible tosca mojada lo más derecho posible para no caer yo también, listo, allá fui, pero descubrí un pequeño contratiempo, la única cuadra transversal por la que se podía entrar era justamente por la que lo había hecho el camión, el resto estaban cerradas con montañas de tierra, no importa, alguna más adelante tiene que estar abierta, no pueden estar todas cerradas, ¿por donde entran las maquinas a trabajar?, la lógica se dio pero cinco cuadras más adelante, o sea, tenía que volver marcha atrás con el Rastrojo más de 500 metros. Y bueno, como siempre digo… plata ó m…, allá fui, entre como lo tenía pensado, primero la acomodé y una vez centrada comencé a arar las cuadras, el monstruo patinaba pero se movía, cuando notaba que se quería caer al zanjón frenaba le daba para adelante, la acomodaba y nuevamente despacio para atrás, patinaba pero se movía. Me llevo tiempo pero por fin logré llegar al camión, una vez que pudimos enganchar la eslinga a la trompa del Ford comenzó el trabajo de intentar sacarlo de esa posición, imposible, no lo movía ni a ganchos, lo único que hacía era patinar y cada vez se empastaba más con la tierra, entonces decidí como última opción pasar toda la carga del camión a la camioneta, cuando digo todo la carga estoy hablando de no menos de 700 kilos, ahora sí, el Rastrojo estaba pesadito y el otro liviano, última opción, ¡¡sale… ó sale!!.

Mi única orden para el repartidor fue: vos subí al camión y acelerá junto conmigo, así fue, puse el “MONSTRUO” en marcha, fui largando el embrague y  el acelerador a fondo, lo remaché contra el piso, el Rastrojo comenzó a bramar, patinaba y el embrague largaba un olor a churrasco quemado que inundaba la cabina, pero el muy turro comenzó a moverse, indudablemente el otro me ayudaba, pero lo estaba arrastrando al 350, el chiquito Argento sacando al noble americano. Así hicimos las 5 cuadras, a fondo por el barro, cuando pude llegar al asfalto y ya liberados de semejante tortura, la camioneta tenia los guardabarros totalmente tapados de tosca, realmente una cosa es contarlo y otra vivirlo, pero a partir de ese momento me di cuenta lo noble y fuerte que es este vehículo, tal vez no tenga las comodidades de una extranjera, pero es tan confiable y fiel que para el trabajo no la cambio por nada, es algo increíble, siempre digo, es tan gaucha que cuando se va a romper algo, te avisa.

A veces me pregunto, como hubiera sido el “Rastrojero” hoy  de haberse seguido fabricándose.

Walter Basello


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