Los años ’60 fueron una explosión para la industria automotriz argentina. Florecieron fábricas por doquier y con eso también se reprodujeron las carreras de autos estándar. El famoso Anejo J o el Turismo Mejorado. Así nacieron los Grandes Premios, para autos de serie, que se largaban desde la sede central del Automóvil Club Argentino (ACA).
Fiat 1500 incendiado en la largada de un Gran Premio de Argentina. La foto fue tomada por mi padre, José Lorenzo Uldane, el 19 de octubre de 1965. |
Siendo niño vivía a unas cinco cuadras del edificio de la Avenida del Libertador 1850, sede del ACA, desde allí se largaban, en forma simbólica, las carreras de los Grandes Premios, que se disputaban una vez al año.
Generalmente los Grandes Premios para los automóviles estándar o con muy poca preparación se largaban durante la primavera de la Argentina. La noche era el escenario elegido para concretar esas largadas sobre la Avenida del Libertador.
Solíamos ir con mi madre y mi padre a ver salir esos autos de carrera con números de una, dos y tres cifras pintadas en sus puertas. Autos que veía todos los días en la calle. La numeración arrancaba con el 1 y subía según la cilindrada de los automóviles que estaban inscriptos.
El lugar elegido, para ver la largada, era la Plaza Mitre que presenta una barranca. Esto era al lado de la embajada de Gran Bretaña. Lugar paquete si los hay. Pero era mi barrio de crianza. Uno no elige donde nacer y menos aún el sitio de residencia de la niñez.
A partir de las 10 de la noche, más o menos, se comenzaba a largar los autos de carrera. Salían desde el edificio del ACA, por Avenida del Libertador, hasta la Avenida Pueyrredón donde doblaban a la izquierda para tomar por Avenida Figueroa Alcorta. Desde allí la carrera tomaba rumbo, generalmente, hacia el centro y norte del país. Aunque hubo años que corrieron hacia la Patagonia.
Recuerdo una noche de primavera, en esas largadas de un Gran Premio, como un Renault Gordini se prendió fuego. Para ese auto fue la carrera más corta: solo 200 metros de competencia. Y allí incendiado y tirado quedó el auto. Las llamas en la noche fueron un espectáculo grandioso para un niño. Pero imagino que una gran depresión y pérdida para el piloto y su acompañante.
La foto que ilustra este relato es lo que quedó de un Fiat 1500 incendiado. Eso fue en otra largada. Si no recuerdo mal era habitual, que al menos un auto de esos Grandes Premios, se incendiara. Varias pueden ser las causas de esos incendios. Fallas eléctricas, pérdidas de combustible, como posibles causales para que el auto se prendiera fuego.
Esas largadas duraban más de una hora. Una por la cantidad de autos y otra porque se los hacía partir con un minuto de diferencia entre autos. Un desfile incesante de autos de todos los colores y con una gran profusión de leyendas, calcomanías y auspicios que bancaban la puesta en la competencia del auto en cuestión.
El principal objetivo era dar la vuelta con el auto lo más entero posible, aunque no se llegara en los primeros puestos. Hay que recordar que había corredores que participaban con un BMW-Isetta al lado de otros que corrían con un Ford Mustang.
Aquel incendio de mediados de la década del sesenta trajo el recuerdo de aquellos viejos Grandes Premios que se corrieron en el territorio de la Argentina. Algunas veces hacia el norte del país y muchas otras enfilaron para el sur donde la Patagonia se agiganta. Incluso algunos Grandes Premios cruzaron la Cordillera de los Andes.
Un recuerdo para esas carreras que tenían mucho de romanticismo y algo de amateur. Donde era posible ver grandes equipos y pilotos que corrían por su cuenta.
Mauricio Uldane
Editor de Archivo de autos
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